Mitos y Leyendas de Boñar-3
Escrito por PABLO DÍEZ IES, miércoles 25 de marzo de 2015 , 17:09 hs

 La ninfa Neris  

 

Neris era una joven ninfa que vivía en el bosque con sus hermanas. Un día mientras paseaba por el bosque en busca de flores bonitas que recoger, oyó a alguien cerca del río y decidió acercarse. Para su sorpresa se encontró con un joven llamado Heracles, el hijo de Júpiter. Ella no sabía que el muchacho era el hijo de un dios.

Neris se enamoró de él y deseaba decirle lo que sentía, pero temía que la rechazara. En ese momento, Neris pisó una rama que alertó a Heracles y entonces él pidió a aquel que fuera el que lo estaba espiando, que se mostrase ante él. La joven ninfa salió de su escondite y se presentó. Al verla, Heracles se enamoró de ella.

-        Buenos tardes joven mujer – dijo él.

Neris lo miró y se intentó despedir, pues se dio cuenta de que las demás ninfas la debían estar extrañando ya.

-         Tengo que irme, hasta luego.

-  ¿Volveremos a vernos? –preguntó Heracles, antes de que Neris desapareciera sin dejar rastro.

Al día siguiente Neris seguía pensando en Heracles. Una ninfa supo que le pasaba algo y le preguntó. Ella le dijo que se había enamorado de un joven apuesto que había conocido en el bosque y le dijo también que esa misma tarde volvería a buscarlo. Su amiga la comprendió y prometió ayudarle.

Por lo tarde, Neris volvió al lugar donde había encontrado a Heracles la tarde anterior. Allí estaba, sentado en una roca, mirando hacia el horizonte. Esta vez Neris no iba sola, la acompañaba su amiga

Neris, impulsada por su amiga, salió de nuevo de su escondite y se dirigió hacia Heracles. Heracles se puso muy contento de volverla a ver. Había esperado durante horas a que apareciese. Pasaron toda la tarde juntos, caminando por el bosque y recogiendo flores. Prometieron volverse a ver al día siguiente y así fue

Día tras día se reencontraban en el lago y pasaban la tarde juntos. Un día, mientras Neris se dirigía a su encuentro con Heracles, se le apareció Júpiter, pidiéndole un beso pero ella se negó. A Júpiter le pareció raro que alguna mujer le rechazara y entonces decidió seguirla. Neris presintió que algo malo iba a pasar y en esta ocasión no contaba con su mejor amiga a su lado. A pesar de eso, siguió caminando hacia su destino. Allí volvió a encontrarse con Heracles sentado en la misma roca de siempre.

Todo pasó como las otras veces, con la única diferencia de que esta vez no estaban solos. Júpiter los estaba vigilando y comprendió porqué Neris lo había rechazado.

La amiga ninfa de Neris pasaba en ese momento por el bosque y observó cómo Júpiter estaba vigilando a su amiga. Cuando Neris volvió con las demás, ella se lo contó. Al día siguiente intentó ir por un camino distinto para evitar que Júpiter la encontrara. Así logró evitarlo durante algunos días.

Pero un día Júpiter consiguió encontrarla y le dijo que si no era de él, no sería de nadie. La amenazó con castigarla si seguía rechazándole porque sabía que lo rechazaba porque estaba enamorada de su hijo Heracles. Neris sintió miedo y fue a pedirle a Heracles intercediera por ella ante su padre. Heracles le dijo que no era conveniente enfadar a los dioses. Neris, decepcionada, corrió por el bosque hasta llegar a un claro donde rompió a llorar. Su amiga, que la había seguido, la consoló y Neris le pidió que la ayudara a escapar. Ésta la llevó con la madre de las ninfas que la convirtió en árbol para protegerla. Así, su cuerpo no fue jamás ni para Júpiter ni para su hijo Heracles.

 

 Évelin González Giráldez

 

 



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