Los amores de Kalos
Hace mucho tiempo, cuando los dioses eran los únicos que existían en el planeta, vivía entre ellos Kalos, el dios creador de la vida. Era un dios sabio y creó el oxígeno, la naturaleza, el agua…
Tenía una esposa llamada Naraya, que tenía el poder de destruir el planeta y de producir el mal si se la miraba a sus ojos claros como el cristal.
Kalos tenía una amante llamada Isole, otra diosa muy importante, ya que tenía el poder de crear la luz. Ella y Kalos tuvieron un hijo llamado Manro.
Manro, a medida que iba creciendo, experimentaba con sus poderes: tenía el poder de crear la vida, como su padre, pero también el poder de provocar desastres naturales.
Goitsá, otra diosa, estaba enamorada de Kalos. Era muy hermosa y la hermana de Isole. Ella tenía el poder de crear acuíferos y animales acuáticos, además de ser la diosa de la magia.
Kalos se resistía al encanto de Goitsá, pero ésta trataba de embrujarlo para que satisficiera sus deseos y al fin Kalos se enamorara de ella.
Isole, al enterarse de todo esto por una de sus espías (llamada Enchantress, que tenía la cabeza de mujer y el cuerpo y las patas de ciervo), decide enfrentarse en una batalla con su propia hermana.
Isole le destrozó la cara a Goitsá, ya que no era rival para ella. Goitsá, muy avergonzada, se fue a vivir a un bosque, donde nadie la pudiera ver.
Después de que todo esto pasara, Kalos se dio cuenta de lo mucho que amaba a Isole, y que si algún día le pasaba algo a ella, él no sabría cómo vivir. Así, Isole y Kalos continuaron con su idilio y siguieron con su adulterio, hasta que Naraya, su verdadera esposa, se enteró de la infidelidad.
Naraya envió a su mejor amigo Tamos, el dios de la muerte, para que matara a Isole y al hijo que los dos habían tenido.
Después de esto, Kalos, muy triste, en honor a Isole, la mujer que verdaderamente amó, construyó un enorme mausoleo, con materiales que solo el poder de la vida puede destruir e iluminado por los guardines lumínicos, con una gran cascada que mana de la piedra y acaba en el pozo de la sabiduría, donde reina la felicidad y el alma de su hijo Manro.
Javier de la Puente y Julia González