Bartolomeo y su yegua  

        Esta historia ocurre en la actualidad, en un bonito pueblo de la montaña del Curueño, en Valdorria.

Un inmenso paisaje le arrastra, un gran río, brillante como la luz del sol, hace que brille con fuerza; unos campos verdosos, magníficos, unas praderas y unas montañas con un color estupendo…

Allí, en una de las praderas, estaba el cazador más joven que había en el pueblo. Se llamaba Bartolomeo y con tan solo 17 años se había convertido en el cazador más ejemplar de la actualidad. Le gustaban mucho los animales, sobre todo los caballos. Él iba siempre acompañado de su yegua Triana. No era una yegua cualquiera, era muy inteligente y muy cariñosa, de color castaño y pelo rubio como el oro. Nunca se separaba de su amo Bartolomeo; para él lo más importante en su vida era su yegua.

Él estaba casado con una chica muy guapa que se llamaba Bratislava, de origen búlgaro, de pequeño tamaño y con un lunar en la cara muy voluminoso. Era ambiciosa y tenía una pequeña obsesión por la mitología. Quería conseguir todo lo que se le antojase y no permitía que nada ni nadie la separase de Bartolomeo.

Ellos vivían en una cabaña de madera, no muy grande, con un aspecto misterioso y horrendo. Esa cabaña estaba situada justo al lado de un río. No tenían mucho dinero, por lo que sobrevivían con poco; salían a buscar comida a cada rato, se alimentaban de insectos y bichos muertos.

En un día oscuro y frío de diciembre los tres salieron a dar un paseo al monte. Bratislava empezó a sentir como su cuerpo experimentaba cambios y poco a poco se fue convirtiendo en una diosa, imponente y poderosa. Un terrible mal humor evolucionó en su personalidad y de repente, en una de estas, tuvo un enfrentamiento con su marido Bartolomeo. Ella le golpeó con fuerza con un palo y el cuerpo de él se desvaneció hasta caer por un pozo.

Ella no habría querido hacerle daño. Se asomó a mirar y él no salía. En ese instante, vio salir del pozo una chica de cabello largo moreno, completamente desnuda. Era su marido: con su poder de diosa la había convertido en una ninfa. Sin darse cuenta ninguno de los dos, su yegua se entrometió y de una coz, Bratislava cayó muerta al suelo.

Una sola caricia de la yegua bastó para salvar a su amo, y así Bartolomeo recuperó su vida normal.

 Laura Fierro García y Paula Rodríguez González